2. Piadosísimo Señor mío, te ruego que me preserves de las preocupaciones de esta vida; que no me deje llevar de las muchas necesidades del cuerpo y sea esclavo de los placeres. Tenme alejado de todo lo que es obstáculo para el alma, para no terminar aplastado bajo las dificultades. No hablo de las cosas que con tanto ahínco ambiciona la vanidad mundana, sino de aquellas miserias que a causa de la maldición común de los mortales, penosamente molestan y retardan el alma de tu siervo para que no alcance la libertad del espíritu todas las veces que lo desea.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.