5. ¡Oh gracia muy bendita, que conviertes en lleno de virtudes al pobre de espíritu y en rico de muchos bienes al humilde corazón! Ven, desciende a mí, cólmame desde la mañana con tus consuelos, para que mi alma no desfallezca de cansancio y aridez de espíritu.
Te suplico, Señor, que yo encuentre gracia a tus ojos. Tu gracia me basta (cfr. 2 Cor. 12, 9), aunque no obtenga nada de lo que naturaleza desea. Mientras esté con migo tu gracia, aunque sea tentado y angustiado por muchas tribulaciones, no tendré miedo de ningun mal.
Ella es mi fortaleza, ella me aconseja y me ayuda. Tu gracia es más poderosa que todos los enemigos y más sabia que todos los sabios.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.