3. El que tiene la conciencia limpia vivirá contento y sereno. No serás más santo si te adulan ni más abyecto si te vituperan. Eres lo que eres. Ante Dios no puedes ser más grande de lo que eres, aunque te ensalcen los hombres.
Si examinas lo que es tu interior no te importará lo que dirá de ti el prójimo. El hombre juzga según la apariencia, pero Dios mira el corazón (1 Sam. 16, 7). Los mortales consideran los actos y Dios penetra las intenciones.
Obrar siempre el bien, y pensar humildemente de sí, es señal de una alma modesta. No buscar consuelo en las criaturas es indicio de gran pureza y confianza interior.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.