5. Si cada año desarraigáramos un vicio, pronto seríamos perfectos. Pero nos sucede con frecuencia lo contrario: constatamos que fuimos mejores y más inocentes al principio de nuestra conversión que después de muchos años de vida religiosa. El fervor y el progreso espirituales deberían aumentar día tras día: sin embargo, hoy nos parece un gran éxito conservar algo del fervor inicial. Si nos hubiéramos hecho un poco de violencia al principio, habríamos podido realizarlo todo con facilidad y alegría.
Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.