2. Señor, esto no es obra de un día ni juego de niños. En esas pocas palabras se encierra toda la perfección religiosa.
Hijo, no debes volver atrás ni desanimarte de conocer en qué consiste el camino de la santidad; por lo contrario, debes esforzarte por conseguir cosas más elevadas o, por lo menos, anhelarlas con el deseo.
¡Ojalá que así te hubiera acontecido y hubiera llegado al punto de no amarte a ti mismo y estar dispuesto a cumplir únicamente mi voluntad y la de la persona que te he dado como padre espiritual! Entonces me agradarías sobremanera y toda su vida transcurriría en gozo y paz.
Todavía tienes que abandonar muchas cosas y si no las renuncias en su totalidad no alcanzarás lo que pides.
Para enriquecerte, te aconsejo que me compres el oro purificado en el fuego (Ap. 3, 18), es decir, la sabiduría celestial que aplasta todo lo que es vil. Pospón a ella la sabiduría terrenal y toda humana complacencia en ti mismo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.