2. Si fueras interiormente bueno y puro, verías todas las cosas con claridad y las entenderías sin obstáculos. El corazón puro penetra el cielo y el infierno.
Según sea cada uno por dentro, así juzgará las cosas exteriores. Si en el mundo existe la alegría, la poseerá ciertamente el hombre de corazón puro. Y si en algún lugar hay tribulación y angustia, más que nadie lo experimenta la mala conciencia.
Como el hierro, puesto al fuego, pierde la herrumbre y se vuelve todo candente, así el hombre que se da todo a Dios se despoja de la tibieza y se transforma en un ser nuevo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.