3. Tú dirás que tienen una vida regalada, que se dan todos los gustos y que, por esto, muy poco deben pesarles los sufrimientos.
4. Aunque esto fuera así, que tengan cuanto deseen, ¿por cuánto tiempo les durará? Mira que los ricos de este mundo se desvanecerán como el humo (Sal. 36, 20) y no habrá recuerdo de los goces pasados.
Los ricos, aun mientras viven, no se ven libres de amarguras, incertidumbres y congoja. Porque aquello mismo que les proporciona el deleite, les causa frecuentemente penas y dolor.
Y esto justamente les sucede para que no gocen sin pesadumbre y confusión aquellos deleites que tan desordenadamente buscaron y persiguieron.
¡Oh, cuán breve, cuán falsos, cuán desordenados y torpes son todos los placeres! Los hombres, por estar borrachos y ciegos, no lo entienden así y a manera de estúpidos animales, por unos placeres de esta vida mortal, corren hacia la muerte del alma.
Pero tú, hijo, no te vayas tras tus paciones, y refrena tus deseos (Ecl. 18, 30). Pon tus delicias en el Señor y él dará lo que anhela tu corazón (Sal. 36, 4)
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.