8. ¡Oh buen Jesús! Ilumíname con la claridad de la luz interior y arroja del fondo de mi alma todas las tinieblas; reprime las muchas distracciones y aplasta las tentaciones que me hace violencia. Lucha fuertemente por mí y aleja las bestias feroces, que son los deseos torcidos, para que por tu intercesión descienda la paz (Sal. 121, 7) y resuenen copiosas tus alabanzas en la santa morada, es decir, en la conciencia pura. Manda a los vientos y las tormentas. Di al mar, Cálmate, y al viento: No soples, y habrá gran bonanza (Mt. 8, 26).
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.