5. Oh Señor, mi Dios, no estés lejos de mí; Dios mío, ven pronto a socorrerme (Sal. 70, 12), porque en mí se han levantado varios pensamientos y grandes temores afligen mi alma. ¿Cómo saldré ileso? ¿Cómo lo podré vencer?
6. Dice el Señor: Yo marcharé delante de ti y aplastaré a los soberbios de la tierra (Is. 45, 2). Abriré las puertas de la cárcel y te revelaré los secretos de las cosas escondidas.
7. Señor, haz como tú dices y huyan en tu presencia todos los malos pensamientos. Esta es mi esperanza y mi único consuelo: refugiarme en ti en toda tribulación, confiar en ti e invocarte desde lo más íntimo del corazón y esperar pacientemente tu ayuda.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.