3. ¿De qué te sirve discutir profundamente la Trinidad si no eres humilde y, por lo tanto, no agradas a la Trinidad? No son las disertaciones profundas que hacen santo y justo al hombre, sino la vida virtuosa que lo vuelve agradable a Dios. Prefiero sentir en el corazón la compunción que saberla definir. Sin el amor de Dios y su gracias, ¿qué te aprovechará un conocimiento exterior de toda la Biblia y de las doctrinas de todos los filósofos? Vanidad de vanidades, todo es vanidad (Ecl. 1, 2), fuera del amar a Dios y servir a él solo. Esta es la máxima de la sabiduría: peregrinar hacia el reino celestial despreciando las cosas mundanas.
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Fuente: Tomas de Kenpis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.