4. Son locos y de corazón insensibles. Yacen tan sepultados en lo terrenal que piensan solo en lo material. Pero, al final, los desdichados, se darán cuenta con dolor cuán vil e inútil fue lo que amaron.
En cambio, los santos de Dios y todos los buenos amigos de Cristo no perseguían lo que satisfacía la carne, ni lo que halagaba la existencia, sino que toda su esperanza y todos sus propósitos se dirigían a los bienes eternos. Todos sus deseos se orientaban hacia lo alto, hacia lo eterno e invisible, para que el amor a las cosas perecederas no los arrastrara a las cosas viles. Hermano, no pierdas la esperanza de progresar en el espíritu; todavía te quedan tiempo y posibilidad.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.