7. Yo respondí: Señor, te he llamado y he deseado gozarte. Estoy dispuesto a menospreciar todas las cosas por tu amor.
Y, para que yo pudiera buscarte, tú antes me despertaste. Bendito seas, Señor, por haber concebido a tu siervo este beneficio, movido solamente por tu infinita misericordia.
¿Qué mejor cosa podrá hacer su siervo ante ti que humillarse mucho y recordar su propia maldad y vileza? No hay criatura semejante a ti entre todas las maravillas del cielo y de la tierra.
Tus obras son perfectísimas, tus juicios rectos y tu providencia gobierna el universo. Por eso, gloria y alabanza a ti, ¡oh sabiduría del Padre! Qué mi boca y mi alma, en unión con todas las cosas creadas, te alaben y ensalcen.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.