3. ¡Oh! ¡Cuánto puede el amor hacia Jesús cuando es puro y exento de todo egoísmo y provecho personal!
¿No se debería llamar mercenarios a todos los que siempre buscan consuelos? ¿No demuestran más amor a sí mismos que a Cristo los que calculan siempre sus comodidades y ventajas?
¿Dónde hallaremos alguno que quiera servir a Dios desinteresadamente?
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.