5. No aprecie el hombre lo que tiene apariencia de grande y estimable. Al contrario, considérese un verdadero siervo inútil, como dice la misma Verdad: Cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles (Lc. 17, 10). Entonces sí se podrá ser un verdadero pobre y desnudo espiritualmente, y decir con el profeta: Estoy abandonado y soy pobre (Sal. 16).
Nadie es más rico, nadie más poderoso, nadie más libre que aquel que sabe renunciar a todo y a sí mismo y ocupar el último lugar.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.