17. Dios Padre comunicó a María su fecundidad, en cuanto una pura creatura era capaz de recibirla, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su Cuerpo Místico.
18. Dios hijo descendió al seno virginal como nuevo Adán a su paraíso terrestre, para complacerse y realizar allí secretamente maravillas de gracia.
Este Dios-Hombre encontró su libertad en dejarse aprisionar en su seno; manifestó sus gloria y la de su Padre en ocultar sus resplandores a todas las creaturas de la tierra, para no revelarlos sino a María; glorificó su propia independencia y majestad, sometiéndose a esta Virgen amable, en la concepción, nacimiento, presentación en el templo, vida oculta de treinta años, hasta la muerte a la que Ella debía asistir para ofrecer con Ella un solo sacrificio y ser inmolado por su consentimiento al Padre eterno, como en otro tiempo Isaac para la obediencia de Abrahán a la voluntad de Dios.
Ella le amamantó, alimentó, cuidó, educó y sacrificó por nosotros.
¡Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios! Para manifestarnos su aprecio y gloria infinita, el Espíritu Santo no pudo pasarla en silencio en el Evangelio, a pesar de habernos ocultado casi todas las cosas admirables que la Sabiduría encarnada realizó durante su vida oculta. Jesucristo dio mayor gloria a Dios, su Padre, por su sumisión a María durante treinta años que la hubiera dado convirtiendo el mundo entero con los milagros más portentosos.
¡Oh!¡Cuán altamente gloriamos a Dios, cuando para agradarle, nos sometemos a María, a ejemplo de Jesucristo, nuestro único modelo!
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