94. Los devotos escrupulosos son personas que temen deshonrar al Hijo honrando a la Madre, rebajar al uno si exaltan a la otra. No podrían tolerar que se den a la Santísima Virgen las justísimas alabanzas que le han dado los santos Padres; ven penosamente que más personas se arrodillen ante un altar de María que frente al santísimo sacramento, como si lo uno se opusiera a lo otro ¡como si aquellos que rezan a la Santísima Virgen, no lo hiciesen a Jesucristo por medio de Ella! No quieren que se hable tan a menudo de la Santísima Virgen, y que con tanta frecuencia se acuda a Ella.
He aquí algunas frases que les son ordinarias: “¿Para qué sirven tantas coronas del rosario, tantas cofradías y devociones exteriores a la Santísima Virgen? Hay en esto mucha ignorancia. Es hacer de nuestra religión una exposición de cosas baratas. Habladme de aquellos que son devotos de Jesucristo (ellos lo nombran a menudo sin descubrirse – lo digo entre paréntesis): es necesario recurrir a Jesucristo, Él es nuestro único mediador; a Jesucristo es a quien se debe predicar; ¡he ahí lo sólido!”
Lo que ellos dicen es verdadero en cierto sentido, pero respecto a la aplicación que hacen para impedir la devoción a la Santísima Virgen, es muy peligroso y una celada sutil del maligno, bajo pretexto de un bien mayor, pues jamás se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen, ya que no se la honra sino a fin de honrar más perfectamente a Jesucristo, no yendo a Ella sino como el camino para encontrar la meta adonde se va, que es Jesús.
95. La Santa Iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y luego a Jesucristo: benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui Jesus. No porque la Santísima Virgen sea más que Jesucristo o igual a Él –¡esto sería una herejía intolerable!– sino porque, para bendecir más perfectamente a Jesucristo, es preciso bendecir antes a María. Digamos entonces con todos los verdaderos devotos de la Santísima Virgen, contra esos falsos devotos escrupulosos: ¡Oh María, bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús!
Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María
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