2. Cuando un hombre alcanza lo que desea, inmediatamente le remuerde la conciencia porque ha secundado su pasión que nada le ayuda a conseguir la paz que buscaba, ya que la verdadera serenidad del corazón se consigue oponiéndose a las tentaciones.
Por eso, la paz no se encuentra en el alma del hombre carnal, ni tampoco en la del hombre entregado a las cosas exteriores, sino en el corazón del fervoroso y del espiritual.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.