2. Para el que ama no es difícil gloriarse en la tribulación, porque gloriarse de esta manera es poner la propia honra en la cruz del Señor. La gloria que se da a los hombres o se recibe de ellos es de corta duración y el renombre mundano siempre va acompañado de tristeza.
La gloria de los buenos está en sus conciencias y no en la boca de los hombres. La alegría de lo justos está en Dios y de Dios proviene, y sus gozo se fundamenta en la verdad.
El que busca la gloria verdadera y eterna, no se preocupa de la temporal y el que desea la celebridad pasajera, o no la desprecia de corazón manifiesta que ama poco a la celestial. El que no se preocupa de las alabanzas ni de las críticas, goza de gran tranquilidad de corazón.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.