4. Señor, grato sacrificio para ti —más suave en tu presencia que el perfume del incienso— es el humilde arrepentimiento de los pecadores. Y es este además el ungüento agradable que quisiste se derramara sobre tus sagrados pies: porque tú nunca has desdeñado un corazón contrito y humillado (Sal. 50, 19).
En este sincero arrepentimiento se encuentra el refugio cuando se huye de la amenazante presencia del enemigo. En él se corrige y se limpia todo aquello que por diferentes causas fue deformado y manchado.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.