7. Hijo, guárdate, pues, de tratar superficialmente cosas que superan la capacidad de tus conocimientos; aplícate, por el contrario, y cuida de llegar por lo menos a ser el más pequeño en el reino de Dios.
Aunque uno supiera cuál es el santo más santo o el que ocupa el lugar más elevado en el reino de los cielos, ¿de qué le servirá el saberlo si de este conocimiento no aprovecha para humillarse ante mí y alabar aún más mi nombre?
Es mucho más agradable a Dios meditar en la gravedad de los propios pecados, en las pocas virtudes que se posee y en lo apartado que se está de la perfección de los santos que discutir quién será el mayor o el menor de entre ellos.
Es mejor implorar a los santos con piadosas oraciones y lágrimas y suplicar sus eminentes favores con humildad de espíritu que escudriñar sus secretos con investigaciones inútiles.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.