3. Después de haber confesado y deplorado estas faltas, y todas las otras que hubiere, con dolor y gran pena por haber sido tan frágil, formula el firme propósito de enmendar tu vida y de progresar siempre más en la virtud.
Inmediatamente ofrécete a mí en el altar de tu corazón, con plena resignación y sin ninguna reserva, como sacrificio perpetuo, confiándome con toda lealtad, tu cuerpo y tu alma, para que de ese modo te acerques dignamente a celebrar el santo sacrificio y recibir con fruto el sacramento de mi cuerpo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.