2. Señor, con sencillez de corazón, con fe firme y sincera y en adhesión a tu mandato, me acerco a ti con sentimientos de esperanza y devoción y creo verdaderamente que tú estas presente aquí, en el Sacramento, como Dios y como hombre.
Tu quieres que yo te reciba y que me una a ti por el amor. Por lo tanto suplico a tu clemencia e imploro el don de esta gracia especial, de ser cambiado y transformado en ti y rebosar de amor en forma tal de no buscar ningún consuelo exterior.
Este sacramento, tan sublime y precioso, es salud del alma y del cuerpo y remedio contra toda enfermedad del espíritu. Por medio de él se curan mis vicios, se refrenen mis pasiones, las tentaciones se vencen o disminuyen, la gracia es aumentada, es fortalecida la virtud que se había empezado a practicar, la esperanza se vigoriza y la caridad se aviva y dilata.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.