3. Si, a veces, se omite un ejercicio espiritual acostumbrado por motivos de caridad o por ayudar al prójimo, esa falta fácilmente se podrá reparar más tarde. Pero si, habitualmente, se suprime por mala gana o negligencia, esto constituye una culpa y muy pronto se experimentará el daño de este descuido. Esforcémonos cuando podamos porque, aun así, caeremos fácilmente en muchas faltas.
Debemos hacer siempre un propósito bien determinado, especialmente contra aquellos que más imposibilita nuestro adelanto espiritual. Las cosas exteriores y las interiores las debemos examinar y ordenar cuidadosamente en cuanto facilitan u obstaculizan el progreso.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.