2. ¡Cuidado con lo que haces! Trabaja fielmente en mi viña y yo seré tu recompensa.
Escribe, lee, canta, llora, calla, reza, sobrelleva con valor las adversidades: la vida eterna vale todas estas luchas y otras mayores también.
Un día, que sólo Dios conoce, llegará la tranquilidad, y en aquel entonces no habrá día ni noche, como los hay ahora, sino una luz sempiterna, una claridad infinita, una paz estable y un descanso seguro.
Entonces no dirás: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom. 7, 24), ni gritarás: Ay de mí, ¿por qué se prolonga mi destierro? (Sal. 119, 5), ya que la muerte será vencida y la salvación eterna asegurada, ni habrá angustia alguna sino alegría bienaventurada y una compañía hermosa y santa.
Lea también: Capítulo 47|Aunque sea pesado, todo hay que sufrirlo para conseguir la vida eterna
Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.