2. En la vida y en la muerte únete a Jesús y entrégate a su fidelidad. Aun cuando todos te fallen, él solo te puede sostener.
Tu Amado es de tal naturaleza que no quiere admitir rivales; él solo quiere poseer tu corazón y sentarse con él como un rey en su propio trono. Si tu supieras desocupar tu alma de toda criatura, Jesús moraría de buena gana en ti.
Dalo casi todo por perdido lo que, con exclusión de Jesús, hayas depositado en los hombres. No confíes ni te apoyes en una caña vacía, pues toda carne es como heno y toda su gloria caerá como flor de heno (1 Pe. 1, 24).
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.