Cerca de las canalizaciones y entremezclado con los buitres o gallinazos, se ha vuelto común encontrarse en Medellín con el coquito o cuervo de pantano. Para los más jóvenes tal vez no represente ninguna novedad, pero para quienes pueden recordar la fauna urbana de quince o veinte años atrás, esta especie pelecaniforme fue por mucho tiempo una forastera a cuya presencia se fueron habituando.
Es el mismo caso de las piguas, una especie de halcón que cada día es más frecuente en los cielos de la ciudad; y de las guacamayas banderas, que ante el aumento de la temperatura en el Valle de Aburrá, se han encontrado cómodos, más aún porque, seguramente, han encontrado la disponibilidad de alimentos que le haga más fácil su adaptación al entorno urbano.
Este fenómeno que para muchos puede pasar desapercibido y para algunos no dejará de ser una anécdota, es una de las mayores evidencias de cómo el cambio climático incide sobre la biodiversidad en Colombia y en el mundo, el tema central de la sexta sesión del Diplomado en Emergencia Climática que desarrolla la Gobernación de Antioquia en alianza con Grupo Éxito, Grupo ISA, las universidades Eafit, Nacional y de Antioquia, Teleantioquia, el Club de la Prensa y la cadena de hoteles Dann Carlton.
La sesión, titulada Impactos del cambio climático en los servicios ecosistémicos y la conservación de especies, estuvo a cargo de José Manuel Ochoa Quintero, biólogo de la Universidad de Antioquia con maestría en Ciencias de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos); doctorado en Zoología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y post doctorado en la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul (Brasil), quien se desempeña actualmente como coordinador del programa de Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad del Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt.
En su exposición, el académico explicó que el entorno en que vivimos es fruto del cambio climático, no solo en la actualidad sino a lo largo de la existencia del planeta, pues han sido las variaciones del clima las que han condicionado la presencia y permanencia de especies en espacios determinados, así como su migración y adaptación, lo cual está ligado también al servicio ecosistémico, es decir a la posibilidad de las especies de encontrar alimento, disponibilidad de agua dulce, condiciones para la reproducción e interacción con otras especies, bien sean animales o vegetales. Cualquier variación en este esquema genera cambios profundos en términos de tiempo que pueden ser cortos o prolongados, pero que finalmente son transformadores del entorno.
“Muchas especies han tenido que adaptarse a los procesos de transformación climática, hay especies que ganan y especies que pierden”, sostuvo y añadió que a los cambios climáticos a través de la historia se les atribuyen las extinciones masivas o surgimiento de bosques tropicales. Cada momento particular deriva en una generación de especies apropiadas en un tiempo particular. “Entender lo que ha pasado nos permite prever lo que viene”, añadió.
“Lo que vemos actualmente es que tenemos cambios acelerados y consecuencia de ello es que cambia el funcionamiento planetario”, añadió y citó como ejemplo el huracán Iota, el primero de categoría 6 en el sur del Caribe, que además de la destrucción del hábitat creado por el hombre, removió porciones de vegetación muy importantes que, entre otros cambios, causó la salinización de ciénagas de agua dulce.
“¿Qué va a pasar más adelante con eventos cada vez más comunes? En la biodiversidad, el impacto es alto, igualmente en los servicios ecosistémicos, como la disponibilidad de agua dulce, o en aspectos asociados a esos servicios, como la riqueza paisajística”, manifestó el académico, quien enfatizó en que no solo el cambio climático causa variaciones del entorno, sino también la actividad humana, el antropoceno, que ha modificado el entorno debido a su presencia en casi todos los rincones de la tierra, como lo puede demostrar la contaminación lumínica vista en una fotografía nocturna desde el espacio.
La actividad humana, además de ser una de las causas del cambio climático, es también responsable de la modificación del hábitat de las especies debido a sus actividades económicas, como la deforestación, la agricultura, el urbanismo o la extracción de minerales, que aumentan los niveles de concentración de carbono.
“Las consecuencias no son solo para las especies sino para la humanidad. El funcionamiento de la tierra va a variar en los próximos años, de hecho, parece que hay relación entre las alteraciones del cambio climático y el cambio en la riqueza de especies de murciélagos en Asia y, por ende, mayores cantidades de virus”, añadió, haciendo relación a la presencia cada vez mayor de enfermedades de origen zoonótico, como se presume que fue el Covid-19.
Colombia, con sus 58.312 especies registradas, como primer país del mundo en número de especies de aves y de mariposas, como tercero en palmas y tortugas y como sexto en mamíferos, podrá ver afectada su riqueza en el corto plazo, lo cual exige la búsqueda de mecanismos de adaptación, no solo para el ser humano sino para proteger la diversidad en los próximos años.
Según explicó José Manuel Ochoa Quintero, ya es evidente un desplazamiento geográfico de la distribución de especies, pero los nichos disponibles pueden ser cada vez más pequeños, lo que puede traer consecuencias imprevistas, especialmente en las funciones ecológicas.
Entre las consecuencias previstas, no se descartan, por ejemplo, los cambios fenológicos, es decir, que el cambio de temperatura haga que las plantas modifiquen sus ciclos o tiempos de floración y de entrega de fruto, lo que haría que las especies animales no encontraran alimento disponible y, a su vez, se modifiquen los ciclos de migración, causando un desencuentro entre especies animales y vegetales que haría colapsar el ecosistema.
Tampoco se descartan cambios en la morfología, es decir en el tamaño corporal y en el comportamiento de las especies, como respuesta al cambio climático y para poder adaptarse, lo que terminaría por generar cambios en las comunidades. Por ejemplo, en especies como tortugas se sabe que el sexo de un individuo depende de la temperatura de incubación, por ende, un cambio en la temperatura puede afectar la proporción del sexo entre los individuos de la estructura poblacional.
En los bosques, a su vez, empiezan a predominar especies de crecimiento rápido, lo que afecta la capacidad de los mismos para el almacenamiento de carbono. Así pues, lo que era una esperanza de mitigación de los niveles de carbono, pueden no ser tan eficiente como se creía. Como consecuencia natural de lo anterior, el hombre será afectado por nuevas enfermedades e invasiones biológicas, como ocurre claramente con el Covid.
“¿Dónde deberíamos concentrar nuestros esfuerzos para reducir el impacto de la transformación del cambio climático y de la intervención del hombre? Hay puntos en donde se debe priorizar la protección de biodiversidad, donde es estratégico generar corredores climáticos inteligentes para el desplazamiento de la biodiversidad”, explica Ochoa, quien ve una ventana de oportunidad para las especies en estos corredores, así como en el establecimiento de áreas para la conservación.
“Queremos dar un mensaje de que hay cosas que se pueden hacer para generar resiliencia a la biodiversidad, adaptarse a las transformaciones por el cambio en la estructura y el cambio climático”, expuso, recordando que Colombia está conformada en un 30% por humedales, que ofrecen una posibilidad de recursos hidrológicos para esta tarea, mientras que las ciénagas son componentes estratégicos. “Hay que reconocer dónde están y en qué estado están”, sostuvo.
Por la realidad expresada en esta sesión y para poner en marcha acciones de mitigación, Antioquia declaró en febrero de 2020 la Emergencia Climática. Y entre las 100 acciones establecidas para trabajar en reducir sus efectos, está la de sensibilizar, formar e informar a la comunidad en general.
Fuente: Gobernación de Antioquia