5. Señor Jesús, que se haga del mismo modo que dijiste y prometiste y que yo alcance a merecerlo.
De tu mano, recibí la cruz. Sí, la recibí, y la llevé y la sobrellevaré hasta la muerte como tú me la pusiste sobre los hombros. En verdad, la vida del buen religioso es una cruz, pero ella lleva al paraíso. Ya que se comenzó a caminar con ella, no se debe volver ni arrojarla a la primera esquina.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.