8. Con todo, al que está afligido de tal manera, no le falta algún que otro consuelo que lo alivie, porque conoce cuanto aumentan sus méritos al sobrellevar la propia cruz y sabe, además, que al someterse a ella voluntariamente, todo el peso de la tribulación se convierta en esperanza de divino consuelo.
Cuánto más se somete el cuerpo por la aflicción, tanto más se fortalece el espíritu por la gracia interior. Y algunas veces tanto se robustece por el amor a la aflicción y adversidad, y por el anhelo de asemejarse siempre más a Cristo Crusificado, que no quiere estar sin dolor y tribulación, porque juzga que será tanto agradable a Dios cuanto mayores y más graves cosas sufra por él.
Esto no es virtud humana. Es la gracia de Cristo que tanto puede y tanto hace en la carne débil que determina que ame y acepte con fervor de espíritu lo que naturalmente aborrece y rehúye.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.