2. ¡Cuántas y cuán graves tribulaciones padecieron los apóstoles, los mártires, los testigos de la fe, las vírgenes y todos los demás que quisieron seguir los ejemplos de Cristo! Ellos, en este mundo, negaron a sí mismos para poseer sus almas en la vida eterna.
¡Qué vida rigurosa y abnegada llevaron estos santos en el desierto; qué largas y graves tentaciones soportaron; con qué frecuencia los atormentaba el enemigo; qué continuas y fervientes oraciones elevaban a Dios; qué abstinencias tan duras observaban; qué gran celo y fervor tuvieron para progresar espiritualmente; qué guerra encarnizada sostuvieron para vencer los vicios; cuán pura y recta era su intención, siempre fija en Dios! Durante el día trabajaban y por la noche se entregaban a larga oración; pero, aun durante el trabajo, jamás abandonaban la oración mental.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.