5. En este caso, ¡cuán escaso es el amor, cuán débil la devoción de aquellos que retrasan tan fácilmente la comunión!
¡Qué feliz y qué agradable a Dios es el que vive en forma tal que guarda su conciencia con tanta pureza que está siempre dispuesto y lleno de deseos para comulgar todo los días si le fuera consentido y lo pudiera hacer sin hacerse notar!
El que se abstiene algunas veces por humildad o por alguna justa causa, hay que alabarle por su delicadeza. Si en vez lo hace por una especie de tibieza que lo ha invadido, debe sacudirse y hacer inmediatamente todo lo que esté a su alcance para recuperar el fervor; el Señor lo ayudará en su buena voluntad y le prestará una ayuda eficaz.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.