5. Dame Señor, sabiduría celestial para que aprenda a buscarte y encontrarte sobre todas las cosas, a gustarte y a amarte sobre cualquier persona y a considerar todo lo demás por lo que vale, según el lugar que le asignó tu sabiduría.
Concédeme prudencia para apartarme del que me adule y sufrir con paciencia al adversario. Porque la verdadera prudencia consiste en no dejarse llevar de cualquier viento de palabras, no de prestar oídos a la sirena que adula. Sólo de esta manera se anda con seguridad por el camino del cielo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.