1.Aunque soy polvo y ceniza, voy a hablarle a mi Señor (Gén. 18, 27). Si yo me considero más de lo que soy, tú serás mi adversario y todas mis inquietudes darán contra mí un testimonio tan verdadero que no podré contradecir. Mas si me humillo y anonado y si abandono toda estimación de mí mismo y me reduzco a polvo, como en realidad soy, tu gracia me favorecerá, tu luz alumbrará mi corazón y toda vanagloria, por pequeña que sea, se hundirá en el valle de mi nada y perecerá para siempre.
En ese abismo me haces conocer a mí mismo, lo que soy, qué fui y de dónde vine. Soy nada y todavía no lo sabía.
Abandonado a mis fuerzas, soy todo debilidad; pero si tú, Señor, te dignas mirarme, inmediatamente me volveré fuerte e inundado de nueva alegría. Y es ciertamente maravilloso verme tan de repente levantado sobre miseria y abrazado por ti con tanta benignidad, siendo así que yo, siguiendo mi propia inclinación, siempre voy hacia lo bajo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.