1.Hijo, en esta vida nunca estarás libre de tentaciones, por eso, mientras vivas tendrás necesidad de armas espirituales.
Te encuentras entre enemigos que te combaten por todos lados. Por lo tanto, sino te defiendes a cada instante con el escudo de la fortaleza no tardarás mucho tiempo en ser herido. Además, si no pones tu corazón firmemente en mí, con el único propósito de sufrirlo todo por mi amor, no podrás aguantar lo áspero de la lucha, ni alcanzar el premio de los bienaventurados.
Es necesario, pues, que superes varonilmente todo obstáculo y pelees con brazo firme todo lo que te salga al encuentro. Al vencedor le daré el maná (Ap. 2, 17), mientras que al cobarde le esperará mucha miseria.
Lea también: No tengo otra esperanza ni otro refugio sino en ti, Señor, Dios mío
Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.