1.Aquellos defectos, personales o ajenos, que no puedes corregir, debes tolerarlos con paciencia hasta que Dios lo ordene de otro modo. Puede acontecer que esto sea mejor para tu resignación y conformidad, porque, de otra manera, serían de poco valor tus méritos. Sin embargo, frente a tales obstáculos, debes insistentemente suplicar a Dios que se digne socorrerte para soportarlos con alegría.
Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.