1.Tus juicios, Señor, me aterran como si fueran truenos; estremecen de temor y temblor todos mis huesos y mi alma se llena de pavor. Estoy asombrado y considero que ni siquiera los cielos deben ser puros en tu presencia. Si hallaste maldad en los ángeles y no los perdonaste, ¿qué será de mí?
Cayeron las estrellas del cielo y yo, que soy polvo, ¿qué presumo? Aquellos, cuyas obras parecían dignas de alabanza, desaparecieron en el abismo, y otros, que comían el pan de los ángeles, los vi deleitarse con bellotas que tragan los cerdos.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.