1.En lo posible, no te metas en el bullicio de los hombres, porque la práctica de los asuntos mundanos, aunque se haga con pureza de intención, ocasiona mucho mal y muy pronto la vanidad nos arrastra y nos esclaviza. ¡Cuantas veces hubiera preferido haber callado y no haber estado entre la gente!
Entonces, ¿por qué nos gusta comentar y discursear tanto con el prójimo aunque constatemos que muchísimas veces, cuando volvemos al silencio, hemos causado algún daño a nuestra conciencia? Nos comportamos así porque, con nuestras habladurías, buscamos consolarnos recíprocamente y aliviar nuestro ánimo agobiado por muchas tribulaciones. Y, además, porque mucho nos deleita conversar y contar lo que más preferimos o deseamos alcanzar y lo que más nos hace sufrir.
Da un vistazo: Con frecuencia he oído decir que escuchar y aceptar un consejo es más seguro que darlo
Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.