4. Hubo alguien que, con sólo amarme entrañablemente, aprendió cosas divinas y sus palabras eran maravillosas. Abandonándolo todo había aprendido más que aplicándose a sutiles disquisiciones.
A unos le hablo cosas que valen para todos y a otros cosas particulares. A unos me manifiesto con la suave luz de figuras simbólicas, a otros les revelo los misterios con gran fulgor. El sentido de los libros es uno solo, pero no plasma a todos de igual manera. Yo, en vez, que soy interiormente maestro de la verdad, escudriñador de los corazones, conocedor de los pensamientos, inspirador de las acciones, distribuyo a cada uno según lo que considero sea justo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.