8. El divino consuelo se da también para que el hombre pueda enfrentar a las adversidades y sigue más tarde la tentación para que no se ensoberbezca por el bien cumplido.
El demonio no duerme, ni ha muerto aún la carne. No ceses, por lo tanto, de prepararte al combate. A derecha y a izquierda hay enemigos que no descansan nunca.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.