3.Otras veces se necesita usar la fuerza y oponerse varonilmente a los apetitos, sin prestar atención a los que la carne quiera o no quiera, aunque te cueste, para que esté más sujeta al espíritu. Habrá que castigarla, por lo tanto, someterla a la esclavitud del espíritu hasta que esté dispuesta a todo, hasta que sepa contentarse con lo poco, satisfacerse con lo sencillo y no murmurar contra lo amargo.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.