5. Sé interiormente puro y libre, sin apego a ninguna criatura. Si quieres descansar y ver qué bueno es el Señor (Sal. 33, 9), es necesario acercarse a Dios con un corazón puro y libre.
Y en verdad no llegarás a esto si su gracia no te previene y te arrastra de modo que libre y desprendido de todo, vivas unidos con él solo. Pues cuando la gracias de Dios viene al hombre, entonces éste se hace poderoso para cualquier empresa, pero si aquella se retira será como un pobre y enfermo, abandonado a los castigos.
Cuando te suceda lo anterior no debes desalentarte ni desesperar, sino resignarte en todo a la voluntad de Dios y sufrir cuanto te ocurra por la gloria de Jesucristo, porque una vez que haya pasado el invierno llega el verano; después de la noche vuelve el día y pasada la tempestad retorna la bonanza.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.