9. Sobre estas tierras considérate como un peregrino y huésped al cual no le importan los asuntos mundanos. Mantén el corazón libre y dirigido hacia Dios, porque no tienes aquí abajo ciudad permanente (Heb. 13, 14).
Hacia el cielo dirige tus oraciones, gemidos y lágrimas, para que tu espíritu, después de la muerte, merezca ser trasladado, felizmente, a descansar con el Señor. Amén.
Lea también: Ahora que tienes tiempo acumula riquezas inmortales
Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.