5. Recuerda con frecuencia el proverbio: No se sacia el ojo de ver, ni el oído se harta de oír (Ecl. 1, 8).

Esfuérzate, en consecuencia, para que tu corazón sea alejado del amor de las cosas visibles de acá abajo y sea llevado hacia las invisibles de arriba. Todos aquellos que se dejan llevar por sus sentidos, manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.

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Fuente: Fuente: Tomas de Kenpis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.