Es maravilloso llegar después de un largo recorrido entre montañas, potreros, riachuelos, cascadas, con una agradable temperatura y el inconfundible olor de la tierra y el pasto evaporado, el precioso cielo en tonos de azules y arreboles a encontrarnos en un lugar maravilloso suspendido en el tiempo con la calidez de antaño y aún todas las tradiciones de una cultura, una historia, un pueblo, una etnia que a lomo de mula aquí hoy se sigue construyendo.
Al entrar en Sonsón nos recibe un abrazo de bruma donde todo queda inmerso en un pedazo de cielo, el agradable olor a café invita a degustarlo en cualquiera de sus tiendas donde evocas el pasado no tan lejano de afiches de Pilsen, Coca-Cola y Maicena, algunas mulas cargadas en caminatas de horas para traer los productos al mercado, almacenes de comercio con gran variedad de artículos de toda clase, hostales donde entramos a otra dimensión, es viajar en el tiempo a esas casas llenas de gente y servidumbre donde se despertaba al amanecer y después de una dura faena diaria se rezaba el santo rosario y en la oscura y silenciosa noche solo se oía el latido de un perro y las gruesas gotas de lluvia en un aguacero torrencial.
Pasar por el Museo Casa de los Abuelos nos transporta a imaginar la vida de entonces; casas de dos y tres patios, solares, cocinas con carbón y leña, cuarto para los aperos, oratorio, despensa, zarzo para guardar el café, vivienda para los “agregados” que es la servidumbre, y el baño? ¿Dónde está el baño? Sí, buena pregunta, el baño siempre en el solar, caminar larga distancia para llegar a el, por lo general cuatro y cinco habitaciones, atravesar la cocina y abrir grandes y altas puertas con cerrojos de hierro pesados y ruidosos, luego pasar a algún patio donde se congela nuestro sueño y lugo a la huerta para encontrar una pequeña puerta que es el baño.
Sí, este es Sonsón, un pueblo donde se viven las tradiciones culturales de nuestros abuelos, un pasado cercano que no queremos olvidar, es el más bello recuerdo de nuestra infancia y aquí lo tenemos, nos abrazamos a su conservación, el más bello recuerdo que podemos detener en el tiempo.
Tener aún estás edificaciones es motivo de orgullo y de riqueza histórica, cultura y turística que acompañada de la gentileza de su gente, del fresco clima y la desbordada belleza de sus tierras, convierten a Sonsón en una ciudad encantadora.
Por: Mercedes Espinosa de Pombo.