85. Pero, ¿no tenemos necesidad alguna de un mediador para con el mismo mediador? ¿Nuestra pureza es tan grande como para unirnos directamente a Él y por medio de nosotros mismos? ¿No es acaso Él igual al Padre en todas las cosas, y en consecuencia el Santo de los Santos, tan digno de respeto como su Padre? Si movido por su caridad infinita se hizo nuestro fiador y mediador ante Dios su Padre, para apaciguarlo y pagar lo que nosotros le debíamos, ¿es por esto que debemos tener menos respeto y temor hacia su majestad y santidad?
Digamos pues sin temor con San Bernardo, que nosotros tenemos necesidad de un mediador ante el Mediador mismo, y que la divina María es la más capacitada para llenar este oficio caritativo; Jesucristo ha venido al mundo por medio de Ella, y es por medio de Ella como debemos llegar a Él. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios, por causa de su grandeza infinita, o a causa de nuestra bajeza, o por causa de nuestros pecados, imploremos osadamente la ayuda e intercesión de María nuestra Madre: Ella es buena, Ella es tierna; y no hay nada en Ella de austero ni repulsivo, ni aún de muy sublime y brillante. Viéndola, vemos nuestra pura naturaleza. Ella no es el sol, que por la vivacidad de sus rayos podría deslumbrarnos a causa de nuestra debilidad; mas es bella y dulce como la luna (Cant. 6, 9), que recibe su luz del sol y la tempera acomodándola a nuestra insignificancia. Es tan caritativa que no tiene repulsa en relación a aquellos que piden su intercesión, por más pecadores que sean, porque –como dicen los santos– jamás se oyó decir, desde que el mundo es mundo, que ninguno haya recurrido a la Santísima Virgen con confianza y perseverancia y haya sido rechazado. Ella es tan poderosa, que nunca ha sido desoída en sus súplicas; no tiene más que mostrarse delante de su Hijo para rogarle; inmediatamente, Él concede y recibe, siendo amorosamente vencido por los suspiros, las entrañas y las súplicas de su santísima Madre.
Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María
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