52. Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, pero irreconciliable, la cual durará e incluso aumentará hasta el fin: es entre María su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer; de tal manera que la más terrible enemiga que Dios haya creado contra el diablo es María, su santa Madre. Él mismo le ha dado desde el paraíso terrestre, aunque Ella no existiese sino en su pensamiento, tanto odio contra este maldito enemigo suyo, tal capacidad para descubrir la malicia de esta antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, aterrar y aplastar a este orgulloso impío, que éste la teme, no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino en cierto sentido, más que al propio Dios.
Esto no propiamente porque la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente más grandes que los de la Santísima Virgen, ya que las perfecciones de María son limitadas, sino, en primer lugar, porque Satán siendo orgulloso, sufre infinitamente más en ser vencido y castigado por una pequeña y humilde sierva de Dios, y su humildad lo humilla más que el poder divino; en segundo lugar, porque Dios ha otorgado a María tan gran poder contra los diablos, que más temen ellos –como a menudo han sido obligados a confesar a pesar suyo por la boca de los posesos– uno sólo de sus suspiros en favor de
cualquier alma, que las oraciones de todos los santos; y una sola de sus amenazas contra ellos, que todos los otros tormentos.
Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María
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