9. Toda la tierra está llena de su gloria. Particularmente entre los cristianos que la han acogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas a Dios bajo su advocación! ¡No hay inglesa sin un altar erigido en su honor ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda clase de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y congregaciones en su honor! ¡Cuántos institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Cuántos congregantes en las asociaciones piadosas, cuántos religiosos en tantas órdenes religiosas! ¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericordias!
No hay siquiera un pequeñuelo que, al balbucir el Avemaría, no la alabe. Ni apenas un pescador que, en su obstinación, no conserve alguna chispa de confianza en Ella. Ni siquiera un solo demonio en el infierno que, temiéndola, no la respete.
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