2. Verdaderamente ardiente esta fe, tanta que por sí misma puede constituir una prueba de tu sagrada presencia. Estos devotos son los que realmente reconocen a su Señor en la participación del pan (Lc. 24, 30) y cuyo corazón les arde tan vivamente en el pecho cuando Jesús anda en su compañía.
¡Con cuánta frecuencia están lejos de mí ese afecto y esa devoción, ese amor y ese entusiasmo tan vivos!
Jesús bueno, dulce y benigno, ten misericordia de mí. Concédele a este pobre mendigo tuyo, siquiera alguna vez, experimentar en la santa comunión un poco de aquel amor entrañable que abrasa a tu corazón para que mi fe se fortalezca, se afiance mi esperanza en tu bondad, y mi caridad, una vez inflamada y vigorosa por el celestial maná, nunca desfallezca.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.