1. Sobre todas las cosas es necesario que el sacerdote de Dios se prepare a celebrar, a tocar y a comer este sacramento con suma humildad de corazón, con respeto profundo, con fe completa y piadosa intención de honrar a Dios.
Examina atentamente tu conciencia y, por cuanto te sea posible, límpiala y purifícala con contrición veraz y una sincera confesión, para que así nada tengas de grave, o por lo menos nada haya de grave que remuerda la conciencia y te impida acercarte libremente a este sacramento.
Que se extienda el dolor a todos tus pecados en general y, en particular, ten un dolor y una contrición mayor por tus faltas de cada día. Y si el tiempo lo permite, en el secreto de tu corazón confiésale a Dios todas las miserias de tus pasiones.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.