3. Ten buen ánimo (Bar. 4, 30) y prepárate para soportar cosas mayores. No creas que todo sea inútil si te ves muchas veces atribulado y gravemente tentado.
Eres hombre, y no Dios; eres carne, y no de espíritu angélico. ¡Cómo podrías mantenerte siempre en un mismo estado de virtud cuando no lo estuvieron el ángel en el cielo ni el primer hombre en el paraíso?
Yo soy el que restituyo la dicha a los afligidos (Job. 5, 11) y a los que reconocen su debilidad los elevo a las alturas de mi divinidad.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.