2. Aléjalas como mejor puedas del corazón y si llegan a golpearte no te desalientes ni te dejes abatir por largo tiempo. Aguántalas por lo menos con paciencia, si no lo puedes hacer con alegría.
Aunque oigas algo contra ti y te sientas irritado, modérate y no dejes salir de tus labios ninguna palabra inconveniente que pueda escandalizar a los simples. Pronto la excitación que se había desatado en tu corazón se aplacará y el sufrimiento interior se dulcificará con el retorno de la gracia.
¡Aún vivo —dice el Señor—! (Is. 49, 18), y estoy dispuesto para ayudarte y consolarte más de los acostumbrado si confías en mí y me invocas con fervor.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.